miércoles, 24 de noviembre de 2010

Esto será publicado en otros sitios asi que porque no ponerlo aqui?

UN PATRULLAJE MEMORABLE EN UGANDA

Juan Carlos Gambarotta


Durante mi niñez muchas, pero muchas veces me pregunté cuando podría viajar al África. Cuando crecí un poco mas esa necesidad de caminar por África fue creciendo y la eterna pregunta no solamente siguió apareciendo sino que llegué a pensar que nunca podría viajar al continente madre.
Ya de grande logré ser guardaparque en un país donde las áreas protegidas no formaban parte del plan de ningún gobernante y para tener alguien con quien tratar el tema busqué el diálogo con colegas fuera de fronteras dado que en Uruguay por tres o cuatro años estuve solo.
Por aquel entonces aquel diálogo debía hacerse por carta y un feliz día mandé algunas que fueron respondidas por Bill Halainen de USA y Gordon Miller de UK. Las respuestas que recibí abrieron mi vida a la muy recientemente creada Federación Internacional de Guardaparques. Muy poco tiempo después el hecho de que supiera inglés me llevó a ser el representante de Sudamérica en la FIG y poco después ante la invitación de Rick Smith salía electo Vice- presidente.
Hubo un primer congreso en Polonia, le siguió Costa Rica y como la tercera es la vencida fue en los brazos de la FIG que pude hacer realidad mi sueño de vivir unos cuantos días en ese continente maltratado, espectacular y paciente que es África.
Ese congreso se realizó dentro del Parque Nacional Kruger. Mientras se lo estaba preparando dí a los organizadores la idea de permitir a los participantes que por unos días fueran guardaparques voluntarios. La idea gustó y yo hice varios voluntariados en Sudáfrica, los cuales tuvieron su punto culminante cuando participé en la captura de 14 búfalos con dardos tirados desde un helicóptero.
Luego pase un mes en Mozambique, país que había salido de la guerra civil hacía pocos años y por eso en ese viaje fuí testigo del trabajo de guardaparques en dos países africanos muy distintos.
Pero quiso la vida que ese viaje del año 2000 durante el cual cumplí los cuarenta, no fuera El viaje al África, sino solo el primero, porque en el 2003 formé parte de la delegación de la FIG durante el Congreso Mundial de Parques Nacionales, en Durban, de nuevo en Sudáfrica. Tras el congreso, John Forrest veterano con quien me hice amigo en minutos varios años antes y que fuera director del Parque Shushuwe- Umfolozi (no se escribe así, pero se pronuncia asi) me invitó a pasar 5 días con sus noches dentro del área y con él aprendí mucho sobre la sabana y sus habitantes durante horas de caminatas eludiendo búfalos, rinocerontes y leones.
Mi tercer viaje al África fue otro regalo de la vida porque simplemente se acercaron a mi unos profesores de biología !que querían que yo los guiara en África!
Acepté el desafío y como yo mismo quería conocer otros países los llevé a Zimbabwe a ver las Cataratas Victoria, a Botswana a ver el P. N. Chobe donde vimos cientos de elefantes, al Delta del Okavango y al Kruger en Sudáfrica. El safari fué un exito. Todos contentos, pero yo no me quería regresar al Uruguay...
Fué así que habiendo hecho realidad de sueño de pasar unos días en África y tras haber viajado tres veces por ella ( para mi es un continente femenino), no solo que me seguían las ganas de volver, sino que necesitaba volver.
No hace mucho leí que ese sentimiento lo hemos tenido muchos hombres y se conoce como “El mal de África” y consiste en la insatisfacción por volver, insatisfacción por vivir África, por ensuciarse con su polvo, por estar en sus atardeceres dorados, por percibir sus perfumes, por meterse uno en lo superlativo de su paisaje y sus habitantes y por saborear sus riesgos.
Estando en el avión que me traía de regreso al Uruguay comencé a tramar un nuevo viaje, pero que me llevara a la selva africana y al Este del continente, donde vivían y trabajaban varios colegas que conociera años antes y con quienes mantuve correspondencia durante diez años o mas.

Durante tres años dejé de tomar mi licencia y la acumulé para tomarla junta, ahorré dinero y tuve la suerte de que mis colegas africanos organizaran buena parte de mi itinerario, esos fueron los mas importantes ingredientes para que pudiera realizar mi viaje.
Mis contactos fueron Daniel Onsembe de Kenia, John Makombo de Uganda, Jobogo Mirindi de Congo y Wayne Lotter de Tanzania.
Los mencionados colegas organizaron un interesantísimo itinerario que ocupó buena parte de los dos meses que pasé en el Este del África entre el 9 de agosto y el 7 de octubre de 2010.
El viaje fue fascinante y quiero compartir con ustedes el relato de un patrullaje en el cual me invitaron a participar en el Parque Nacional Bosque Impenetrable de Bwindi, Uganda.
...”El 19 de agosto a las 8 de la mañana estaba listo para partir y abandonar el Parque Nacional Lago Mburo y me vino a despedir su administrador Johnson Masereka. Por suerte el jeep debía atravesar el parque y una vez mas pude ver manaditas de topis, de cebras, impalas, antílopes acuáticos y los facoqueros con los mas largos y gruesos colmillos que he visto. Luego, ya al salir del parque y sobre la ruta volví a ver tropas del espectacular ganado Ankole cuyos gruesos y curvilíneos cuernos son tan largos como alto es el animal.
El jeep del parque me dejó en Mbarara y allí tomé un bus para Butogota, el que estaría atiborrado de gente como todos los buses y camionetas de transporte público que tomé durante el viaje.
Pasadas las tres cuartas partes del camino se llega a una zona montañosa donde la ruta va por lugares increíblemente escarpados que solo puedo comparar con los más difíciles tramos de montaña en Costa Rica y la República Dominicana.
Casi toda la vegetación natural ha sido extirpada y se cultivan bananas en laderas donde cuesta explicar como esas plantas se mantienen sin caerse.
Al llegar a Butogota los chicos de las motos-taxi se decepcionaron al ver que una camioneta del P.N. Bwindi Impenetrable Forest me estaba esperando.
Tras un rato de ir hablando con el chofer y dos guardaparques, los cultivos de banana dejaron paso a un manchón de selva que cubría varios cerros delante de nosotros y supe que estábamos llegando al famoso parque nacional donde se protege nada menos que a la mitad de los gorilas de montaña.
Llegamos a Bwindi a las 15.30 y muy poco después ya estaba instalado en una banda o cabaña en el alojamiento “Bwindi View”de cara al hermoso valle selvático.
Siguiendo mi rutina linda de cada día de viaje, al rato de llegar ya estaba en el restorán abierto que daba a la selva montana y comencé a escribir mis notas en tanto interrumpía frecuentemente la actividad para tomar los prismáticos y deleitarme con el avistaje de una nueva especie de avesol, de tejedor, u otro de los hermosos pájaros de Uganda.
Al anochecer se presentó ante mi el administrador del área Charles Tumwesigye quien me dijo que si yo quería al otro día podría formar parte de uno de los grupos de visitantes que van a ver los gorilas y que también si yo quería al otro día podría formar parte de un patrullaje de tres días.
Obviamente accedí a las dos cosas.
Esa noche me costó dormir. Al otro día iría a ver a los gorilas de montaña, algo que he querido hacer desde 1970 cuando me enteré de que esos animales existían...
Se ha escrito mucho sobre el avistamiento de gorilas de montaña y no abundaré en la experiencia. Pero si diré que tuve la suerte de que me tocara ir a ver un grupo de gorilas compuesto por diecinueve individuos y los vimos a todos, desde el espalda plateada hasta el bebé nacido dos semanas atrás.
También puedo decir que ese fué solo el primero de cinco grupos de gorilas que vería en Uganda y el Congo y que se puede mirar a los ojos a los espalda plateada. Lo hice en todas las ocasiones, pero también en todas ellas pasados varios segundos opté por bajar la vista, tanto por precaución como para respetar la autoridad de los animales.
Tras haber caminado por la selva y haber visto a los gorilas, durante el almuerzo se presentó ante mi Erik Mbeze, un muy amable guardaparque diciéndome que el estaría a cargo del patrullaje de tres días y que yo debía estar listo a las ocho de la mañana siguiente.
Esa tarde salí a caminar por un sendero cercano que formaba un amplio círculo y que prometía proveer un buen avistaje de aves y de todas las pequeñas cosas que uno puede descubrir en la selva cuando camina muy despacio.
El sendero me encantó y disfruté una vez mas de esa curiosa costumbre africana de abandonar todas las precauciones en los senderos mas o menos cercanos a las oficinas de los parques como si eso pudiera hacerlos menos peligrosos. El caso es que me metí en la selva y vi una tropa de monos cefos de cola roja a varias decenas de metros sobre un árbol enorme y atiborrado de epífitas donde posó un colorido turaco azul de espejos alares morados y mas adelante tuve muy cerca un grupo de monos de Loest varios de los cuales estaban buscando comida en el suelo.
Fue mientras observaba a esos lindos monos que oí las voces de varias personas que parecían estar muy alegres. Al momento aparecieron en el sendero un grupo de pigmeas de vestidos muy coloridos que cargaban sobre sus cabezas amplios fardos de pasto que las ocultaban bastante. Un pigmeo iba delante de ellas y vestia traje gris oscuro...
Los saludé y una vez mas en la vida recibí una contestación que no me era familiar pero que entendí, una vez mas había sido saludado por gente perteneciente a un grupo humano de los que han habitado por mileños los espacios naturales que he tenido el privilegio de visitar.

El 21 de agosto a las 8 de la mañana mientras iba por el sendero hacia las oficinas del Parque Nacional se me juntó Erik. En la oficina nos juntamos con otro guardaparque y tras un cordial saludo emprendimos lo que sería la mas dura y gratificante caminata de mi vida.
Los guardaparques usaban botas de goma, las mismas que yo uso en Uruguay, pero pocos dias antes de viajar decidí invertir en unos buenos botines de cuero y cometí un error. Los botines eran muy buenos, pero muy duros y a partir del segundo dia de caminata tenía una llaga sangrante en cada costado de los talones. Eso fue lo único que salió mal durante la patrulla.
La primera media hora de caminata la hicimos por un sendero ancho que era parte de un sendero autoguiado. Había árboles altos y si bien la densidad de la vegetación no permitía ver muchas aves, los cantos eran si muchos y pasamos por delante de un grupo multiespecífico de alimentación compuesto además de por pájaros, por dos pequeñas ardillas que tenían cuatro bandas negras longitudinales en sus lomos.
El fuerte canto de los calaos y el de los turacos azules le daba mas gravedad a la selva.
En esa zona del parque vi un par de enormes palmeras de muy largas hojas, pero no volví a ver mas.
Al pasar bajo un muy alto gomero nos encontramos con un grupo de unos veinte monos de Loest, varios de los cuales estaban en tierra y casi nos ignoraron. Me dió mucho gusto verlos porque durante años he estado estudiando la muy variada mastofauna africana y estos monos me resultaron mucho mas lindos de lo que aparecían en los dibujos.
Unas dos horas después ya habíamos visto varias veces a grupos de las cuatro especies de monos no antropomorfos presentes en el parque: el mencionado de Loest, monos azules, monos de cola roja y los espléndidos colobos guereza. En una oacasión vimos como se juntaban un grupo de monos de cola roja con otro de monos azules y mas adelante vimos otro grupo compuesto por tres especies, faltando los guereza que no se interesan en asociaciones porque comen hojas, el recurso alimentario mas abundante en la selva.
También al andar por un tramo de selva alta en la parte baja de un cerro oimos dos veces el griterío tan característico de los grupos de chimpancés.
No los verás, me adviertieron, son muy inteligentes y no dejan ser vistos. Pero por suerte si los vería en otro parque nacional y porsupuesto sería un grupo habituado.
La primera parada para descansar la hicimos casi a las cinco horas de haber salido y habiendo subido y bajado cuestas muy empinadas.
La hicimos en un puesto de guardaparques situado casi sobre el límite del Parque y donde había seis guardaparques esperándonos para unirse a la patrulla. Cuando recuperé el aliento abrí mi mochila y saqué un par de camisas y una camiseta que ofrecí a mis colegas y que aceptaron con gusto. No sabía como desacerme del peso de mi mochila porque llevaba todo mi equipaje, que aunque era pequeño, cargaba con mucho mas de lo necesario para la patrulla.
Comimos paltas de un árbol que crecía allí mismo, alguien cocinó chapatis, tomamos mucha agua y luego de pasar yo una hora descansando y ellos una hora arreglando la carga en sus pequeñas y viejas mochilas, partimos para caminar otras dos horas dijeron ellos, pero que fueron cuatro.
De arranque un ascenso que parecía no terminar mas. El sol ya había bajado un poco, pero seguía haciendo mucho calor porque andábamos ya fuera del parque y al sol porque en toda esa zona lo que no es parque nacional está desprovisto de árboles y atravesamos las dos primeras aldeas polvorientas e insoladas.
Tras algo mas de una hora de subir sin parar nos detuvimos a comer un par de chapatis que dejamos para cada uno y mientras estábamos sentados pude prestar mas atención a unos tambores que repiqueteaban unos muy lejos y otros que parecían contestarles mucho mas cerca nuestro.
Vi una nota inusual de color sobre un cerro y al usar los largavistas vi que había unas cuantas personas vestidas con las multicolores telas africanas que bailaban próximos a unas chozas.
Presté mis binoculares y noté que la mayoría de mis ocho colegas jamás los habían usado.
Cuando pregunté el porqué de los tambores simplemente me contestaron “están festejando, esa gente vive festejando...”
Para mi el escucharlos era parte del sueño del África. No sabía que estaban festejando, pero estaba oyendo tambores en África, algo que siempre quise oir, algo que creo todo uruguayo candombero siempre quiso oir.
Tras esa abrupta y larga subida vino una abrupta y larga bajada. Delante nuestro reapareció la selva y renudamos la marcha rápida para volver a su cobijo o sea a entrar al parque y poco después alguien señaló un trillo de gorilas con varios excrementos muy recientes y cuatrocientos metros mas adelante descargábamos nuestras mochilas en un lugar que lo tenía todo como para querer quedarse: sombra, una cañada de agua muy clara, leña y un claro para acampar con algunos troncos donde sentarse.
Había además varias varas largas que indicaban que ese lugar era usado con cierta frecuencia durante los patrullajes conjuntos y largos como se les llama. Conjuntos por tener personal de varios puestos de guardaparques y largos por ser de mas de una noche.
Erik dió unas órdenes y los muchachos se dividieron. Al rato unos traían leña, otro ya había encendido el fuego, otro amasaba chapati, otro trajo unas varas que faltaban y yo comencé a escribir mis notas del día dado que Erik se negó a ponerme a hacer algo.
Estábamos al fondo de un valle a unos 1700 metros de altura sobre el mar, solo unos doscientos metros mas alto que al inicio del patrullaje pese a todo los que subimos y bajamos.Tras los árboles que estaban del lado de donde habíamos bajado lo alto del cerro mostraba terreno pelado y cultivos de sorgo y maiz, del otro lado,a diez metros de la cañadita el terreno selvático comenzaba a elevarse no se veía hasta donde.
Las mariposas jugaban en el sol del claro. Había una enorme amarillo crema, otra celeste algo parecida a la gran celeste de las selvas sudamericanas, otra con violeta, varias con blanco, la gran cola de golondrina negra y turquesa y varias de diferentes tonos pardos. Noté que el rojo era mucho mas escaso en estas mariposas que en las de América.
Cuando ya me aprestaba a escribir un gavilán gymnogene voló y metió una de sus largas patas en el nido que albergaba un tronco hueco. Se mantuvo así aleteando un rato mientras buscaba algún pichón, pero no encontró nada y decepcionado posó en una rama cerca nuestro.
Comenzó a tronar con cielo claro. No lloverá hasta dentro de un largo rato si es que llueve...alguien dijo...
Tras un buen rato y ya con una luz que era mezcla del atardecer con luz de luna llena, comenzaron a caer unas gotas perezosas y espaciadas y en cinco minutos quedó armada la lona que sería nuestro techo y que protegía hasta al fogón.
Las armas largas se colocaron detrás de nuestras cabezas y protegidas con las mochilas, extendimos las bolsas de dormir todas paralelas y comenzamos a hablar. Alguien preparó té, el té fué servido y se sorprendieron y me felicitaron por tomarlo sin azúcar (porque era mas saludable) mientras los porotos negros terminaban de hacerse. Los porotos se acompañaron con Ugali, una pasta blanca de harina de maíz que parece polenta muy fina.
Ya es hora de mencionar a todos los miembros de la patrulla y espero haberlos escrito bien: Erik Tumwebe Mbeze, Edward Mutamblizi, Gastón Kamjamaza, Stephen Buhinizi, Aloma Abd Azizi, Langstone Kyawondera, Geofrey Aguma y Charles Adso.
Cuando ya habíamos tomado el té y estando todos acostados boca arriba me dijeron que la costumbre era que cada uno tenía que contar una historia. La verdad yo no parecía estar mas cansado que ellos y solamente se contaron dos leyendas cortas y muy lindas que tenían sabiduría.
El gran mérito fue de Erik quien tenía que traducir cada párrafo a dos idiomas nativos y al inglés, porque en la patrulla había hombres de diversas tribus que hablan distintos idiomas...
Ya que estamos con las tribus, el parque nacional Bwindi está rodeado por habitantes pertenecientes a las tribus Bakiga, Bafumbira y Batwa ( estos últimos una tribu de pigmeos)
Cuando todos quedamos en silencio quizás meditando sobre la sabiduría de la segunda leyenda, salí a visitar los árboles o a marcar territorio para La Corona de Uruguay como decía yo antes y pude apreciar la espectacular claridad de la selva iluminada por la luna que asomaba entre el ramaje.
?Que animales habría en esa selva? ?Que animales lograría ver durante el patrullaje? ? Y durante mi vida?
Antes del destrozo que sustenta la modernidad esta selva constituía la misma masa forestal que por parches sigue cubriendo las tierras bajas de la cuenca del Congo. Hasta no hace mucho esta parte de Uganda estaba habitada por okapis...

Por la noche Erik tuvo un ataque de fiebre y lo atribuyó a haber tomado el té azucarado. Pero a la mañana el hombre estaba como nuevo y todos contentos.

Poco después del amanecer alguien oyó ruído de ramas rotas y dos hombres salieron a ver si se trataba de elefantes de selva o de gorilas.
Unos veinte minutos mas tarde regresaron diciendo que a no mas de trescientos metros de nuestro campamento habían dormido unos gorilas y me llevaron a verlos.
Se trataba de un grupo habituado y al llegar al lugar me encontré con un macho de espalda negra ( o sea adulto pero no dominante y una hembra que estaban trepados a unos cuatro metros sobre el suelo en arbustos muy próximos. Comían unos pequeños frutos amarillos de una enredadera y no se molestaron en mover sus cabezas cuando nos acercamos.
De paso comento que esa debe haber sido la única vez que se respetó la distancia reglamentaria de siete metros entre los observadores y los gorilas.
Los miramos durante unos diez minutos y después los dejamos porque pronto llegaría el grupo de turistas que los observaría por una hora.
Regresamos al campamento que parecía perezoso.
Se avivó el fuego, se hiervió agua, se recalentaron los porotos con verdura de la selva, se hicieron mas chapatis para el día y se tomó mas té. La verdad es que siempre me ha gustado esa modorra de algunas mañanas de patrullaje tan disfrutables y que son lo opuesto al esfuerzo de la caminata que habrá luego por ocho o mas horas.
Al rato oimos voces y aparecieron sobre el sendero y a quince metros de nosotros los dos guías, que vinieron a saludarnos mientras los ocho turistas jóvenes ( había una española muy, muy linda) nos tomaban fotos dese del sendero Yo me paré y les grité :”Nosotros no somos los gorilas, son parecidos a nosotros pero están mas adelante” y se rieron mucho.
A las diez y media de la mañana, cuando las mariposas comenzaron a volver a revolotear en el claro ya estabamos prontos, cargamos nuestras mochilas a espaldas y comenzó el segundo día de caminata.
De entrada a subir, subir y subir.
Ahora no seguíamos un sendero sino que andábamos através de la selva. Gastón era quien actuaba de guía y si bien tenía un aire cansino, podría decir que luego lo vi andar mas o menos a la misma velocidad en subida que en bajada. El hombre ante todo quería avanzar y nos hacía subir derecho hacia arriba. Cada hora mas o menos nos quitábamos las mochilas y todos los guardaparques salían en todas direcciones en busca de señales de actividades furtivas, pero no encontraon ni una cimbra. Me atrevo a decir que no habría ninguna porque los colegas ugandeses encontraban rastros de gorilas y de chimpancés donde yo no veía nada.
En cierto momento comenté que me gustaría ver un duiker, uno de esos pequeños antílopes de selva. No mucho rato después y al llegar a un senderito usado por elefantes de selva, me llamaron para que fuera a ver un duiker. Tal como imaginé no pude llegar a verlo, pero enseguida apareció ante nosotros una gran tropa de babuínos ( es impresionante como habitan ecosistemas tan distintos) y al espantarse cuando nos acercamos demasiado el duiker salió corriendo. No lo vi, pero el movimiento que hizo en las plantas fue hacia otro lado y muy distinto del que hacían los babuínos.
Al iniciar la patrulla me dieron a elegir un bastón y no lo usé mucho ese primer día, pero ahora lo usaba y mucho.
Las pendientes eran muy pronunciadas, la vegetación muy cerrada que había ahora me hablaba del porque del Nombre de Impenetrable de este Parque Nacional. Había muchas huecos o cuevas entre las piedras y torncos podridos y una maraña que en cierto momento comenzamos a pisar y por la cual nos desplazábamos cientos de metros.
Se trataba de un ramerío donde el bastón amenudo se hundía sin tocar suelo y donde avanzábamos muy despacio.
Lo impresionante es que cada tanto tomábamos un tramo de cien, doscientos, trescientos metros de senderos de elefantes donde sus huellas estaban perfectamente marcadas y donde cada tanto encontrábamos sus bostas y yo me preguntaba ?Como pueden los elefantes andar por aca?
Fué andando por un tramo de esos senderos que encontré delante mío una hermosa remige secundaria de hermoso color púrpura. Era una pluma del espejo alar de un turaco y la tomé pensando conservarla como una partecita de la selva que en años venideros se que añoraré.
Nos lo pasamos horas subiendo y bajando cerros cubiertos de selva y lamentablemente muy poco fué lo que caminamos mas o menos horizontalmente.
La vegetación cambiaba bastante. La zona donde andábamos literalmente sobre las ramas finas estaba tapizada de arbustos que crecían como una maraña y aqui y allá había árboles bastante altos, otras zonas estaban básicamente compuestas por árboles bastante gruesos, pero mas bien bajos y tapizados de epífitas, típicos de bosque tropical montano por encima de los dos mil metros, pero también había zonas de selva siempreverde y muy rica en especies que se encontraba en los valles.
Fué andando por uno de esos valles que oímos el romper de ramas típico de los gorilas que se están alimentando, oimos el tamborilear del pecho de un individuo y pude ver un macho de espalda negra que estaba de espaldas sobre un árbol y un juvenil que estaba trepado en otro pero mas alto. En un momento ambos bajaron y vimos el movimiento de ramas que indicaba la presencia de la menos seis gorilas. Estaban a unos 100 metros de nosotros y huyeron rápidamente.
Me dijeron que ese grupo estaba en el proceso de ser habituado al público y que recién llevaban seis meses de los dos años que lleva el proceso de habituarlos. También me dijeron que yo era el primer Mzungu (blanco) que veían porque solo se los van llevando en los últimos seis meses comenzando por llevarles uno y aumentando el número de mzungus hasta llegar a ocho.
Unas dos horas después llegábamos contentos al sitio donde pasaríamos la segunda noche. Pero la estación seca venía durando mas de lo normal y el sitio de acampada carecía por completo de agua pese a estar situado en el entronque de una cañada con otra.
Estábamos muertos de cansancio pero debimos seguir cerro abajo hasta encontra agua corriendo.
Erik dio la orden de repartir un puñado de glucosa a cada hombre. La glucosa la comíamos cuando estábamos mas cansados y aparte de restituir energía refrescaba la boca.
!Y yo que creía tener buena experiencia en caminatas!
Los hombres no estaban habituados a pasar por donde debimos seguir e iniciamos la búsqueda de por donde seguir bajando. Realmente era muy difícil desplazarse por esas rocas empinadísimas, resbaladizas y eludiendo el ramerío muerto y vivo.
Muy lentamente y comunicándonos por donde había tramos menos difíciles fuimos bajando y de a poco en el lecho rocoso y abrupto de la cañada comenzaron a aparecer pozos de agua estancada.
Caminando entre las rocas de la cañada seca vi una gran cantidad de hormigas que estaban matando a una lombriz de unos cuarenta centímetros de largo de de un dedo de grosor.
Varios cientos de metros mas abajo del campamento previsto encontramos un ojo de agua lo suficientemente limpia como para tomarla al ser hervida y pese a la inclinación del terreno Erik mandó armar el campamento.
No había lugar donde todos pudiéramos estar juntos y entre una y otra roca del suelo había hoquedades donde un hombre podía caer e irle muy mal.
En media hora de trabajo los componentes de la patrulla cortaron a machete unos metros de la ladera y con la tierra movida crearon un terreno horizontal parapetado con ramas en el cual pudimos entrar todos y hacer fuego. Por allí había bananos silvestres de gruesos troncos y con sus hojas cubrieron el suelo haciendo muy prolijo el espacio para situar nuestas bolsas de dormir.
Al rato ya se elevaba la columna de humo que todos queríamos ver porque significaba una nueva parada, la proximidad de una nueva comida y la certeza de unas horas de gran camaradería.
Cerca de la puesta del sol, comenzó de nuevo a tronar y llovió mas que la noche anterior. Un grupo de monos azules hizo un alto en su desplazamiento para observarnos a 30 metros de distancia.
Este nuevo sitio de acampada fue bautizado con el nombre de Carlos en honor a mi y estaba a 2100 metros de altura.
Yo no lo podía creer, pero en ninguno de los dos campamentos ni me picó ni oí un mosquito. Tampoco los había de día. La magia de la estación seca.
Con la llegada del té saqué el tema de Guardaparques sin Fronteras.
? Que les parece – les dije – la posibilidad de que se cree un programa de la federación Internacional de Guardaparques con el objetivo de apoyar a los guardaparques que trabajan en parques donde hay conflictos armados?
La idea en principio me atrae y hay que pensar como debería ser ese programa, pero yo creo que lo principal es que guardaparques de otros países compartan el trabajo con los guardaparques de los Sitios que han sido designados Patrimonio de la Humanidad donde hay guerrilleros etc. Se me ocurre que si el sitio es Patrimonio de la Humanidad, sería conveniente que guardaparques provenientes de todos los rincones de esa humanidad compartan los riesgos de proteger esos sitios.
Uganda ahora está tranquila, pero la semana que viene voy a la República Democrática del Congo, concretamente a visitar dos Parques Nacionales que son Patrimonio de la Humanidad y donde hay un número indeterminado de rebeldes armados.
Erik no hizo mas que traducir por un buen rato y luego el mismo expresó su parecer que era igual al de todos. !Si queremos que ese programa sea creado y pronto!
Me encantó ver el entusiasmo que mostraban sus caras y yo mismo quise que el Programa Guardaparques Sin Fronteras estuviara andando.
Por un momento sentí que yo mismo era un Guardaparque sin Fronteras y me pareció sentir que en muchas partes del mundo había si guardaparques que se postularían y que estarían deseando participar.
Cenamos recién a las once de la noche y esta vez no hubo historias. Todos estaban tan cansados como yo...
La luna otra vez mas se lució plateando las hojas de los árboles.
El 23 a las 8 y media, tras comer chapatis con arroz y porotos negros y tras mandarnos un té salimos a recomenzar la caminata.
A causa de no haber podido acampar en el sitio previsto, ya no era práctico volver a subir cientos de metros por aquel terreno que nos ponía a prueba y Erik decidió que bordearíamos el parque, lo que a su vez había que hacer cada tanto para vigilar que no hubiera actividades ilegales.
Durante horas pasamos por magníficos paisajes rurales donde la selva densa de Bwindi cubría cerros y montañas del lado de enfrente a las laderas cultivadas o simplemente peladas por las que caminábamos. El límite del parque ahora lo constituía el arroyito que, cientos de metros mas abajo de nuestro campamento ya corría límpido.
Atravesamos los cultivos de sorgo, maiz y batata dulce de varias aldeas dispersas. Los empinados senderos de montaña eran transitados por mujeres que cargaban la cosecha en bolsas sobre su cabeza y que amenudo cargaban además bebés a sus espaldas. Resignadas y cansadas nos las cruzábamos y yo no podía hacer mas que abrirme para dejarlas pasar.
El paso de un Mzungu formando parte de la patrulla era anunciado a los gritos de una choza a la otra y de una aldea a la otra.
Los niños invariablemente me gritaban !mzungu! Cuando estaban lejos y se reían cuando los saludaba con las manos. Cuando les pasaba cerca me miraban con una mezcla de recelo y curiosidad, pero sonreían cuando yo los saludaba y luego si, al alejarme tomaban ánimo y me gritaban “mzungu”. Esa palabra no es despectiva, simplemente hace referencia a que somos distintos a ellos y la verdad es una palabra que dicha como me la han dicho cientos y cientos de veces es dulce y la extrañaré.
También otras mujeres estaban preparando la tierra con azada y noté que algunas niñas chiquitas tenían hazadas chiquitas para poder trabajar.
Pero la actividad que me daba mas lástima era cuando las veía subir con gran esfuerzo esas laderas asoleadas cargando bidones con agua. Todos los días, varias veces por día bajan cientos de metros hasta el arroyo y vuleven a subir caargando bidones de veinte litros. Vi que algunas niñas cargaban bidones mas chicos...
En certo momento pasamos por unas chozas enteramente hechas de paja, a diferencia de todas las demás que eran de barro y me dijeron que allí vivían pigmeos.
Estos estaban justo sobre el arroyito y dudo que no entraran a cazar al parque muy seguido. Un poco mas adelante y al ir bordeando el arroyo y la selva, nos cruzamos con unas pigmeas bastante altas que vestían ropa muy colorida y fruncieron el ceño al vernos. Noté que ni nos saludaron ni fueron saludadas, caso contrario a lo que venía sucediendo a nuestro paso por las aldeas y al habernos separado unos sesenta metros nos gritaron cosas que tenían el tono de groserías.
Erik movió la cabeza y dijo: “estos pigmeos...”
En cuerto momento se comenzó a oir un extraño sonido, detuvimos la marcha y escuchamos.
“Shu- shu- shu”, si allá abajo, quizás junto al arroyo había alguien y como la curvatura del cerro donde estábamos no permitía ver de que se trataba casi todos los hombres dejaron sus muchilas y bajaron a ver de que se trataba.
Mucho rato después regresaron diciendo que se trataba de un viejo que estaba usando un cernidor de arena para buscar oro. La actividad no era ilegal porque la hacía desde el lado de afuera del parque y lo dejaron tranquilo.
Mas adelante al seguir bajando nosotros encontramos a un grupo de hombres que hacían la misma actividad, pero tras suyo el arroyo ya era otro : estaba amarillo por los sedimentos.
Nuestra agua se había terminado hacía un buen rato y abandonando toda precaución fuí a tomar agua rio arriba de aquel grupo de trabajo.
Tomé mucha agua y llené mi botella con una agua clarísima proveniente de un arroyito de la selva africana. Ahora puedo decir que era un agua excelente.
A la una de la tarde el sendero desembocó en una ruta de tierra y la abandonamos de nuevo para seguir un sendero de un kilómetro en subida, pero sombreado en gran medida por helechos con troncos de seis metros y altos árboles. Por el sendero cruzó delante mio una culebra de 80 cm color oliva brillante, la primera serpiente que veía en este viaje.
Un poco mas y ya a pleno sol comenzamos a oir voces de niños, el rezongo de una madre y aparecieron algunas casas de barro y bananeros : habíamos llegado a Rushaga, fin de nuestra patrulla.
Se cocinó Ugali, porotos negros, algún chapati y mandé comprar cerveza y refrescos para todos.
Juntos festejamos el habernos conocido y agradecí a todos su paciencia.
? Vieron la importancia de contar con un mzungu en la patrulla? Les pregunté.
Y cuando se generó la expectativa les dije: !El mzungu sirve para que no puedan andar demasiado rápido y así no se cansan tanto!
Todos se reían cuando me subí a la moto-taxi que me llevaría por 30 km de carretera de montaña hasta Ntebeko, el poblado mas cercano a mi próximo destino :El Parque Nacional Mgahinga Gorila.




domingo, 21 de noviembre de 2010

Acampada y comentarios

!Hola gente!
No es facil organizar una acampada por via de un blog ?no?
Pero si hay varios que quieren participar y eso es lo importante.
mi celular es 098 26 15 46 y pueden llamarme para ver si determoinado dia estare o no en el Monte.
Yennifer se mandó un mensaje que me hizo estar en Namibia por unos segundos. !que lindo es el mundo!
Esta foto me encanta: dice mucho y me llena de paz ? Y a vosotros?

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Ustedes ganan

Bueno ta !ustedes ganan!
Miles de personas han escrito diciendo que la fecha propuesta por mi es demasiado temprano etc. Yo la propuse tempranito justamente pensando en que era mejor, pero ta, la cambiamos para del 20 al 23 o algo asi.
A ver ahora si gusta mas la cosa?

La gente del curso de Guias de Naturaleza que Organizan Gabriel Rocha y Gabriel Calixto esta pensando en hacer un control de ligustrinas en el monte costero de la Laguna de Las Nutrias. Muy buena idea porque en casos como este donde el monte es chico unas cuantas manos pueden salvar la situacion  por un tiempo.
!Saludos!
Juca

viernes, 12 de noviembre de 2010

Acampada en Monte de Ombúes

Bueno, se me ocurre que una forma de probar a ver si la cosa anda es lanzar una fecha para campamentito bajo los ombues. Yo me reintegro el 30 de noviembre, pero dudo que haya cuorum como para hacer un campamentito en Diciembre porque la gente suele comenzar temprano con las despedidas.
Sugiero una actividad en la Laguna de Castillos que dure digamos tres dias y que podria ser del 6 al 9 de enero.
Los interesados porfi mandar si, no etc. a juancagambaro@gmail.com
A ver si nos vemos alla
!Saludos!
Juca

domingo, 7 de noviembre de 2010

Hola Juan,Yennifer,Santi,Ma. José,Lucas,Carlos,Ramiro,Gastón y Natalia

!Hola Chicas y chicos!
Como solamente Yennifer cuenta also sobre si, le dedicaré una foto que tome en Alaska. Lindo Lugar Alaska, hubo un congreso alla, me financiaron y pude ir. Caí en otoño, el agua de los arroyos comenzaba a congelarse y bandadas de pájaros y gansos volaban hacia el Sur. Casi todas las liebres nivales ya tenían mucho blanco y las madres osas (pardas) andaban buscando el último alimento para compartir con sus cachorros ya grandecitos.
La minúscula cabaña de troncos construída en 1928 era una heladera y un rato después de la puesta del sol la mejor idea era acostarse.
Las marcas de zarpazos de oso en la puerta no me intimidaron y caminé mucho y solo siguiendo el camino que atravesaba la tundra a mil metros de altura y a una latitud de 62 grados.
Alaska, al igual que buena parte de África nos permite escapar del siglo 21 y simplemente ser y estar pudiendo disfrutar de ese sabor que tiene ir caminando mientras uno ve a los mismos animales con los que nuestros antepasados tuvieron que lidiar.
Bue, basta de verso y buscaré una foto.
?Como te fue en Namibia Yennifer?
Saludos y no se pongan celosos que ya dedicare fotos a otros.
Juca

sábado, 6 de noviembre de 2010

reunión entre Guardaparques y La Administración

Ayer 5 de noviembre una delegación de la Asociación de Guardaparques se reunió con autoridades del SNAP y de la DINAMA.
La delegación estuvo compuesta por Larrobla, Rojas, Ramiro y Juca. Por el SNAP  estaban Troncoso, Scarlato y Ávila y por DINAMA estaba Batallés.
Lo que nosotros fuimos a recordar es que no se ha avanzado en el trabajo conjunto que se acordó con el convenio firmado hace unos meses sobre la creación del Cuerpo de Guardaparques.
Batallés mencionó que le consta que los guardaparques andamos atrás de lo mismo desde hace unos cuantos años y como prueba tenía una copia del reglamento que propusimos por el 2004.
Si bien la reunión fue serena, todas las partes, que serían tres, indicaron el trabajo que habían hecho y trataron de demostrar que no se habían dormido.
Por mi parte, con esa pedantería que suelo tener en las reuniones, le recordé a los presentes que en todo el edificio yo era la persona que llevaba mas tiempo dedicado a las áreas protegidas y que durante ese tiempo había asistido a muchas reuniones pero que estamos estancados y sin ninguna mejora en lo relativo a reglamentar el trabajo de los guardaparques.
No se porque digo esas cosas, se me escapan y sin duda se me escapan porque LA NATURALEZA aun no se ha dado cuanta de todo el trabajo de oficina que se hace en Uruguay para mejorar las áreas protegidas, pero quizás mañana o pasado ese trabajo acumulado si comience a notarse.
La cosa es que la reunión se hizo en muy buenos términos y acordamos reunirnos de nuevo el 22 de noviembre para discutir el Perfil que debe tener el guardaparque uruguayo.
!Saludos!
Juca